Ciudad: intento más asombroso del hombre para rehacer el mundo en que vive. El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual para acceder a los recursos urbanos: es un derecho a cambiar nosotros mismos cambiando la ciudad. Es un derecho común y no individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo para reformar los procesos de urbanización.
La crisis económica de Paris, a finales de la primera mitad y principios de la segunda del siglo XIX, permitió arribar al poder a Napoleón. Durante su imperio, se observó un proceso de urbanización por primera vez efectuado por Haussmann, quien fue contratado por Napoleón, para solucionar la crisis del excedente de capital y falta de empleo, éste se encargó de la planeación estratégica de la urbanización, situando focos específicos donde podía ser desarrollado ese fenómeno, para lo cual se valió de la expropiación de la tierra si es que ésta representaban una posición clave dentro de la urbanización parisina. Paris se logró convertir en la “ciudad de las luces”. Lo anterior, entró en crisis hacia finales del siglo XIX y las aportaciones de Haussmann fueron vistas como negativas. Sin embargo, más tarde tendrá de nuevo auge y declinación en Nueva York y posteriormente lo retoma China.
El proceso de urbanización implica la circulación del capital, el cual está en manos de pocas personas, mismas que en su búsqueda de acrecentar su poder económico mantienen su dinero en constantes inversiones, de tal forma, que las propiedades que no están comprobadas con un título de posesión son expropiadas bajo la justificación de que es en beneficio de la ciudad y el incremento de la calidad de vida. Por tanto, se da un proceso de exclusión a aquellas personas, la cuales les fueron expropiadas sus tierras sin indemnización, quienes al verse desterrados están obligados a habitar en zonas de peligro o no apropiadas para el desarrollo de la vida
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