lunes, 26 de octubre de 2009

City of God de Bülent Diken

Diken expresa que la Ciudad de Dios es una zona más allá de la ciudad civilizada, que, como invertida de la ciudad, carnavalesca la imagen, hace que la idea misma de la civilización posible sea el Estado sin ley de excepción que confirma la ley. Por lo tanto, la vida humana es barata, no sólo pandilleros sino también la policía puede matar con impunidad en Ciudad de Dios. En consecuencia, los límites entre la ley inestable y el sistema de justicia son deslegitimados.

Como Carl Schmitt mostró, la ley puede entenderse sólo a través de una investigación de la excepción. En el estado de excepción la distinción entre una trasgresión de la la ley y su ejecución es borrosa. En consecuencia, surge una zona de indistinción entre el derecho y la naturaleza, fuera y dentro, la violencia y la ley. Sin embargo, la excepción no se resta en sí de la norma, sino la norma, la suspensión de sí mismo, da lugar a la excepción. En particular, la fuerza de la ley consiste en esto, la capacidad de la ley para mantenerse a sí mismo en relación a una exterioridad.

En un post-éxtasis edípico, la perversión se convierte en la regla y la Ciudad de Dios regresa al estado de naturaleza. Vida favela se convierte en una vida fuera de la ciudad, la civilización y la normalidad, una vida marcada por la falta de la ley, la violencia irracional, la perversión y el despotismo.

Ciudad de Dios se constituye como un espacio, en que la distinción entre lo social y la política no se sostiene. La favela deja de pertenecer al orden socio-simbólico, se convierte en una narración de lo que es antes o más allá de lo simbólico. En otras palabras, la favela se constituye como un espacio de fantasía donde las condiciones escapan a lo social. Las fantasías crean objetos, estos objetos están fuera de su alcance. La ley, es decir, la prohibición de la trasgresión, crea un deseo a transgredir.

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